Traders: ''Jugaban Al Poker'' Con Dinero Ajeno



Un español formaba parte del equipo de inversión responsable de generar un agujero de al menos 1.600 millones en JP Morgan. Obsesionados por lograr beneficios, se olvidaron de los riesgos que asumían en operaciones «esotéricas» y «estrafalarias»


Algo iba mal, y comenzó a correrse la voz en las conversaciones por el chat de Bloomberg con el que se comunican los «traders» en la capital financiera del mundo. Alguien estaba moviendo demasiado dinero en el sistema. La información que vomitan al segundo los cuatro o cinco monitores que maneja cada inversor en las mesas que configuran los llamados mercados financieros era clara: demasiadas órdenes, demasiados números azules, demasiados números rojos. Demasiada actividad. Una ballena con las fauces llenas de liquidez financiera se había instalado en el corazón de algunos mercados reservados por su complejidad y riesgo a los «hedge funds», los electrones libres del sistema.

Y en un mundo incestuoso en el que todos se conocen, se fue gestando una frenética búsqueda de esta «Moby Dick». Concluyó con un nuevo escándalo de finanzas descontroladas que ha terminado por dejar un agujero en el balance de JP Morgan que «The New York Times» elevaba esta semana a 2.400 millones de euros, frente a los 1.600 reconocidos hace diez días, en la única banca de inversión no salpicada —en apariencia— por las malas artes que provocaron la caída de Lehman Brothers. «Los “traders” son gente muy lista que viven de sacarle el dinero al tonto en la partida de poker, y se dieron cuenta de que pasaba algo», explica un empleado de un banco británico, que prefiere no dar su nombre.

Saltar los límites

Varias fuentes financieras consultadas coinciden en dibujar una auténtica operación de caza para obligar al «cetáceo» a salir a la superficie, forzando a la baja las posiciones del gigante para hacer saltar sus límites de pérdidas toleradas y obligarle a vender. Falta de oxígeno, la ballena salió a respirar, y salieron a la luz los rostros que mecían el mercado con apuestas calificadas estos días por los analistas como «esotéricas», «estrafalarias» o «frikis». La «ballena de Londres», apodada así por el volumen de fondos manejados, resultó ser el francés Bruno Michel Iksil, uno de los financieros más conocidos de la capital británica, que estaba de lunes a jueves en la oficina londinense de la unidad central de inversiones de JP Morgan y de viernes a domingo en París con sus cuatro hijos. Un profesional «humilde», según se define a sí mismo en su perfil de Bloomberg, conocido como «Voldemort» en el sector (por el poderoso señor de la magia negra de la saga de Harry Potter) y que, tras siete años en el banco, le generaba unos cien millones al año. Un perfil probablemente similar al de su jefe directo, el español Javier Martín-Artajo.

Todo el sector, pasmado

Entre los dos, según se cree, concibieron una estrategia de aseguramiento o «hedging» de la tesorería del banco con una agresividad que ha dejado pasmado a todo el sector. Se calcula que manejaban fondos por valor de unos 300.000 millones de dólares y que, como resultado de los riesgos asumidos, han dejado a JP Morgan con unos 100.000 millones de activos «con riesgo» en productos estructurados similares a los que provocaron el hundimiento de Lehman Brothers en 2008, según calcula el «Financial Times».

El español en el vientre de la ballena es un licenciado en Ingeniería Electrónica por ICAI(Universidad Pontifica de Comillas), que realizó después un máster en gestión de empresas (MBA) en la universidad de Columbia de Nueva York. Con ese trampolín, fue responsable de «trading» en mercados emergentes de Lehman Brothers Europa para pasar después al Dresdner Bank, antes de aterrizar en la Unidad de Inversión Principal de JP Morgan en mayo de 2007, según Reuters. Fuentes del sector indican que reside en el barrio londinense de Kensington y Chelsea. Familiares de Martín-Artajo contactados por ABC han declinado hacer declaraciones sobre su situación, y la oficina de JP Morgan en Londres no ha querido confirmar si permanece en su puesto o si ha sido apartado de sus responsabilidades, como se especulaba esta semana.

«La mayoría de los “traders” son ludópatas y, si no lo son cuando empiezan, terminan siéndolo», asegura Javier Díaz-Giménez, economista de IESE Business School, quien coincidió en 2009 con Martín-Artajo en una mesa redonda organizada por Business Week. Este experto en macroeconomía matiza, de todas formas, los habituales estereotipos sobre los financieros.

«Ellos hacen apuestas y simplemente les pagan por acertar, la industria necesita ludópatas y, aunque no es políticamente correcto decirlo, son arbitrajistas que ayudan a dar eficiencia a los mercados, la industria valora su capacidad de crear mercado y eso se hace arriesgando», asegura. Llevando esta lógica a sus máximas consecuencias, la «ballena» terminó por fundirse ella misma con un mercado en el que solo competía con ella misma, convirtiéndose «en el mayor comprador de bonos hipotecarios europeos y otros complejos títulos de deuda garantizada en todos los mercados durante tres años», explicaba el viernes «Financial Times».

Erigidos en divinidades

Una unidad de «traders» erigidos en divinidades con el poder de hacer y deshacer en el peor de los contextos macroeconómicos posibles, con los tipos de interés por los suelos y un sistema sin liquidez. «Sorprende mucho el nivel de riesgo que podían asumir. Es probable que se generara una situación de “bullying” en la que acumularon tanto poder que se impusieron al equipo de gestión de riesgos», nos explica el empleado de banca. «Psicológicamente, además, cuesta mucho reconocer una pérdida, y es muy importante marcarse de antemano un límite [llamado “stop loss”, por detener pérdidas] porque, si no, encuentras treinta y cinco motivos para no salir de tus posiciones aunque estés en pérdidas», añade.
La unidad central de inversión de JP Morgan estaba dirigida por Ina drew, una de las banqueras más poderosas de Wall Street, obligada a presentar su dimisión esta semana. En 2011 ganó más de diez millones de euros, y era la mano derecha del consejero delegado del banco, Jamie Dimon, quien ha reconocido que aún no conocen el alcance del agujero. «Esos “traders” y sus superiores no podían entender los riesgos que asumían, no se habrían metido ahí de haberlo sabido», explica un analista financiero londinense, que opta también por el anonimato, y que destaca que falta aún mucha información para saber qué pasó exactamente. El caso está siendo investigado por la Reserva Federal de Estados Unidos y el FBI.

Casa de apuestas global

Las fuentes consultadas coinciden, sin embargo, en apuntar a la gran cuestión que subyace detrás de estos escándalos financieros: la presión para ampliar los márgenes de rentabilidad en la banca se ha multiplicado en la última década, dando origen a instrumentos tan complejos que ningún «trader» es capaz ya de controlarlos y entender sus riesgos. Un escenario que incorpora estos gigantescos baches de «volatilidad» financiera al paisaje habitual de una especie de casa de apuestas global, y que deja a los vecinos del sospechoso con la misma frase que en los sucesos: «Era un chico normal».