Mujeres que hicieron historia en Wall Street



El mundo del trading y, en particular, Wall Street son territorio del hombre blanco, que representa aproximadamente el 45% del personal de las firmas de la Bolsa neoyorkina. Pero en este entorno hostil para las mujeres -y también para las personas de color-, algunas de ellas han logrado hacerse un hueco y triunfar gracias a su empeño y habilidades. La consejera delegada de Pepsi, Indra Nooyi es hoy la ejecutiva más poderosa del mundo. Su nombre y el de otras mujeres que triunfan en los negocios, como el de Anne Mulcahi, presidenta y directora de Xerox, o el de Irene Rosenfeld, de Kraft Foods, son de sobra conocidos. Pero antes de ellas hubo otras que se adelantaron a su tiempo y sentaron las bases para abrir, aunque fuera pequeño, un hueco a las mujeres. Es el caso de Abigail AdamsVictoria WoodhullHetty GreenIsabel Benham y Muriel Siebert, que ahora reciben un homenaje por haber sido las pioneras.

Desafiaron las convenciones sociales, lucharon por su libertad financiera y se hicieron un nombre. Todas ellas reciben estos días un homenaje en el Museo de las Finanzas Americanas, en Nueva York, que les ha dedicado una exposición, tal y como informamos esta semana en Cotizalia. Todas ellas tienen en común su determinación, su buen ojo a la hora de invertir, los obstáculos que encontraron. Unas fueron tacañas y otras generosas, pero todas triunfaron.

Abigail Adams fue la segunda primera dama de Estados Unidos. Nació en 1744 y como el resto de las mujeres de su tiempo no recibió una educación formal, pero su curiosidad le ayudó a aprender y a convertirse en una ávida lectora. Se casó con John Adams, que antes de ser presidente fue abogado. Por motivos de trabajo John viajaba mucho, así que su mujer tuvo que gestionar la granja familiar durante el periodo de carencias de la posguerra y sin ayuda.

No siguió los consejos de su marido de invertir el dinero familiar en la tierra porque se dio cuenta de que podría obtener mayor rentabilidad si invertía en bonos gubernamentales. Lo hizo y el tiempo le dio la razón aunque en su perfil en la web de la Casa Blanca dedicada a las primeras damas, no se hace ninguna referencia a su faceta como inversora.

Diferente fuentes describen a Abigail Adams como una mujer inteligente y adelantada a su época, que se oponía a la esclavitud y creía en que niños y niñas debían recibir la misma educación.

Victoria Woodhull ha sido catalogada bajo el epígrafe de “espiritista, sufragista y broker” por los organizadores de la exposición. Nació pobre en Ohio, pero murió como la rica viuda de un banquero británico. Entre medias consiguió amasar una importante fortuna en Wall Street. Considerada como la primera corredora de bolsa, fundó su propia revista y fue la primera mujer que se presentó a la presidencia de Estados Unidos. Además de ser una firme defensora de los derechos de las mujeres y del amor libre y luchó porque se llevaran a cabo reformas laborales.

Woodhull consiguió empezar su fortuna gracias al empresario Cornelius Vanderbilt, que creía en sus habilidades como médium. Sus inversiones en bolsa le reportaron 700.000 dólares de la época -unos 8,57 millones de los actuales euros-. Pero también se ganó las críticas de la prensa masculina, que proyectó una imagen negativa de ella, asociando su nombre a la “inmoralidad sexual” y a la “prostitución”. Ella y su hermana fueron apodadas algunas veces como “las brokers hechiceras” y otras como “las reinas de las finanzas”.

Con el dinero que ganó puso en marcha una polémica publicación, Woodhull & Clafin´s Weekly, que fue condenada por el pastor neoyorquino Henry Ward Beecher. Pero un fiel de su iglesia le contó a una amiga de Woodhull que su mujer le había confesado que Beecher había cometido adulterio con ella y Woodhull lo puso al descubierto y terminó yendo a juicio, en lo que constituyó un escándalo de dimensiones similares a las del juicio de O. J. Simpson.

En 1872 Woodhull se presentó a la presidencia de su país, cuando las mujeres no tenían derecho al voto y tras haberse ganado el respeto de las sufragistas de la época.

"La bruja de Wall Street"

Hetty Green ocupa también un lugaar destacado en la exposicióm. Nació en 1834 en el seno de una familia acomodada y llegó a ser una de las mujeres más ricas de América. Cuando su padre murió en 1864 invirtió su herencia -7,5 millones de dólares en activos líquidos- en bonos de la Guerra Civil. Fue el comienzo de su fortuna.

Sobre su avaricia y tacañería hay numerosas historias de las que no se puede saber si son ciertas o si son simples leyendas urbanas. Se decía que sólo comía harina, que no usaba ni calefacción ni agua caliente e incluso que podía pasar la noche entera buscando un sello de dos centavos que se había perdido en su casa.

Lo cierto es que cuando a los treinta y tres años se casó, hizo firmar a su marido, Edward Henry Green, un contrato prematrimonial por el que él renunciaba al dinero de ella. Cuando sus hijos abandonaron el hogar familiar, Hetty Green se dedicó a cambiar de residencia con frecuencia para evitar el pago de impuestos y durante su vejez rechazó ser operada de hernia porque la intervención costaba 150 dólares.

En el momento de su muerte tenía una fortuna de 100 millones de dólares -unos 1.429 de los actuales euros-. Se ganó un apodo que también tuvieron otras mujeres que se dedicaron a las finanzas: “La bruja de Wall Street”. La clave de su éxito: realizar inversiones conservadoras, tener siempre una importante cantidad de efectivo para hacer frente a imprevistos y no pedir nunca dinero, pero sí prestarlo.

Isabel Benham es otro ejemplo de empeño y éxito. Obtener un trabajo en la década de 1930 era difícil y más complicado aún lograrlo en Wall Street siendo mujer. Pese a los obstáculos lo consiguió. Tras graduarse en Economía, materia vetada para las escuelas de mujeres, empezó vendiendo suscripciones de un periódico en Nueva York mientras buscaba trabajo en el mundo de las finanzas. Los entrevistadores solían rechazarla, pero conseguía venderles una suscripción: “Creo que muchos ejecutivos sentían pena tras no poderme ofrecer un trabajo”. “No sabía ni lo que era una hipoteca”, aseguró, “pero había oído que los bancos y los ferrocarriles tenían problemas financieros”. Al final y gracias a su insistencia consiguió un trabajo y se hizo analista de ferrocarriles. Fue la primera mujer en ser nombrada socia de una firma de bonos en Wall Street. Era 1964.

La primera en comprar un asiento en Wall Street

A punto de cumplir cien años, Muriel Siebert ocupa el lugar que se merece en esta exposición por ser una reputada analista de bonos y la primera mujer socia de una casa de deuda de Wall Street.

Muriel Siebert & Co. sigue siendo la única firma de corredores de bolsa que pertenece a una mujer. Después de medio siglo trabajando en el mundo de las finanzas, Sieber continúa considerando el riesgo como una oportunidad: “En estos tiempos de rápidos cambios, se necesitan diferentes puntos de vista y experiencias, hay que incrementar el talento. El auténtico riesgo reside en continuar haciendo las cosas de la forma en que se hacían antes”.

Sus comienzos en el mundo de las finanzas no fueron sencillos. Con 500 dólares en el bolsillo  y 20 años, cogió un viejo coche y se fue a Manhattan donde obtuvo un trabajo en la firma Bache y empezó a aprender el negocio de la bolsa desde abajo, quedándose con los clientes que no querían sus compañeros. Su talento y sus acertados y precisos análisis de los mercados le permitieron promocionar dentro de la compañía. Era lista y ambiciosa y en 1967, tras varios intentos fallidos, consiguió comprar un asiento en Wall Street que entonces costaba casi medio millón de dólares. 

En 1975, cuando se liberalizaron las comisiones, puso un gran anuncio en los periódicos rebajando sus tarifas. Se convirtió así en la primera firma de descuentos en el sector de las corredurías. Después se dedicó durante cinco años a reorganizar y sanear el sector bancario en el estado de Nueva York, por petición de su gobernador, Hugh Carey. A diferencia de Hetty Green, Siebert es generosa. Dedica tiempo y dinero a diferentes proyectos no lucrativos y cívicos.

Todas ellas allanaron el camino para que mujeres como Indra Nooyi, Anne Mulcahi o Irene Rosenfeld se hayan abierto paso en un mundo todavía dominado por los hombres y llegan pisando fuerte.